SOBREIDENTIFICACIÓN EMOCIONAL
—¡Y ya no sé qué hacer, estoy harta, estoy triste, estoy cansada!
Me enoja, de verdad me enoja muchísimo.
A veces me da la impresión de que es cierto, de que tu pareja es del tamaño del amor que te tienes y a veces me pregunto si a un gran odio le corresponde, precisamente, un gran amor.
Lo estaba logrando, tú lo sabes, pero todo mi progreso se está derrumbando.
La voz a través del auricular de aquel teléfono fijo se acalla cuando la línea se corta con el fin de la llamada.
—¿Qué tienes? —pregunta su padre.
—Nada, me siento rara. Cansada.
—¿Por qué llorabas?
Ella baja la mirada para evitar que se le humedezcan los ojos de nuevo. Su padre bufa.
—¿Otra vez estabas hablando con ella?
—Se sentía mal, estaba llorando. Se siente sola. Es como si le faltaran las ganas, a veces es demasiado…
—Pero ¿por qué tú tendrías que sentirte mal como ella?
Sí, es tu amiga y qué mal que no la esté pasando bien pero ¡mira cómo estás tú ahora! Siempre, casi siempre que hablas con ella, te pones así. Toda deprimida, callada y, sino, luego te enojas y explotas con nosotros. ¿Qué necesidad hay de eso? ¡¿Por qué tenemos que estar aguantando eso nosotros y por qué tendrías que soportarlo tú?!
¿Te ha pasado que te sientes cansado o abrumado, en un nivel vibracional bajo después de escuchar a alguien quejarse o hablar de sus problemas?
Hay un tipo de neuronas llamadas “neuronas espejo”, las cuales hacen posible identificarnos con la persona que tenemos enfrente.
El peligro reside en que, a su vez, podemos caer en una sobreidentificación que se vuelve un bloqueo ya que entonces hemos caído en el estado emocional de esa persona y nos sentimos o pensamos lo mismo que ella, todo en un nivel bajo de energía, donde no hay posibilidades. Hay una diferencia entre la empatía y la sobreidentificación.
Si estuviésemos siendo empáticos, escucharíamos y comprenderíamos que, además, hay otra versión de la historia. Con la sobreidentificación, por otro lado, adoptaríamos la emoción que la otra persona está experimentando y la volveríamos nuestra, comenzaríamos a atravesar la misma situación y crearíamos un desorden y desbalance interno.
¿Cómo entonces podríamos alejarnos de esa polaridad, ese extremo de identificarnos con el otro?
Hay que saber que dicho evento no está pasando en nuestra vida, ser conscientes de que el problema no es nuestro y dejar a la otra persona asumir la responsabilidad de sus acciones y su vida. A nosotros eso no nos toca y, al entenderlo, se vuelve liberador.
¿Cuánto tiempo has permanecido con esa sobreidentificación? ¿Qué pasaría si, desde el amor, te liberas de esas emociones que no te pertenecen y le permites a la persona desarrollarse en su proceso, asumiendo lo que es suyo?